sábado, 12 de junio de 2010

En un instante

Y la calle se hace tan pequeña que sus vidas vuelven a cruzarse. Ella, con la mirada concentrada en el suelo. El, ojeando un periódico. Ambos levantan la vista y el resto del mundo deja de existir, al menos para ella. En solo un segundo recuerda lo que vieron, lo que sintieron y en como acabó todo. Vivieron durante demasiado tiempo una farsa, una mentira que, desde el primer día, empezó a destrozarla. Se miran, pero ninguno dice nada. Ella triste. El con el rostro impasible. Ella no puede dejar de mirarle. Intenta mantener la compostura porque sabe que, en solo un segundo, puede venirse abajo. Son demasiados los recuerdos que le atan a aquel individuo que la mira mientras se acercan con cautela. Un paso más cerca. Resuerda sus besos clandestinos. Otro. Frena las lágrimas que ya intentan aparecer en sus ojos tristes. Unos más. Puede olerle. Ese perfume que penetra en sus entrañas y lo hace todo mucho más dificil. Casi no puede contenerse. Pero aún así no baja la vista. Quiere verle, admirarle, clavar sus ojos en su rostro porque no sabe cuando se volveran a encontrar de nuevo. Un paso más. Apenas unos centímetros les separan y en su rostro, ni una leve sonrisa. Nada. Y de pronto, ya está. Se cruzan. Y la calle se ha vuelto tan pequeña que sus brazos se rozan. Ella siente como un escalofrío recorre todo su cuerpo. Lo que ella daría por saber lo que él ha sentido. Pero eso es algo que jamás llegará a saber porque jamás volveran a estar juntos. Sabe que él la ha olvidado. O quizás nunca tuvo que hacerlo porque quizás nunca la tuvo en sus pensamientos. Ella, ¿sigue enamorada? no, claro que no ¿no?. Lo único que sabe es que nunca olvidará lo que tuvieron ni lo que vivió a su lado. Quiere girar la cabeza y ver como se aleja calle abajo. Pero sabe que no puede hacerlo porque a su alrededor el mundo sigue su ritmo. Ellos viviendo toda una historia en un solo instante y el mundo girando, ignorante de esas dos personas que un día fueron felices. No vuelve la mirada. Él ya ha quedado atrás, a sus espaldas, al menos fisicamente. Quien sabe si, algún día conseguirá también dejarlo atrás en su corazón.

jueves, 3 de junio de 2010

Mi último día

Desde que empecé este nuevo curso, he contado los días que faltaban para acabar, para tener vacaiones, para no sufrir más el suplicio de los autobuses, de los horarios y de las tediosas clases por la tarde.

En invierno, cuando llegaba la hora de salir de casa para coger el bus, quería quedarme en el sofá, viendo en la tele cualquier peli ñoña y con un tazón de leche caliente entre las manos, tapada con una manta hasta las cejas.

Cuando ha llegado el calor, todas las tardes, a las dos y media, pensaba como sería quedarse en casa, con el aire acondicionado y un helado viendo chorradas en la tele.

Pero ya he dejado de contar. Hoy ha sido mi último día de clase. Pero no un último día como otro cualquiera. No. Uno de esos que significan algo. ¿Por qué? Porque el año que viene no volveré, como he hecho durante 3 años, el primer día con las pilas cargadas, a mi clase, a mi facultad, con mi gente. Lo viviré en Italia, en otra facultad, con otra gente y en otro idioma. Pasará más de un año hasta que vuelva aquí, a las horas perdidas de la cafe, a los lunes contando cotilleos, a las discusiones, las meriendas, las risas y las horas con mis chicos "pucelanos".

Y después de este último día me he dado cuenta que, por supuesto y por suerte, no todo ha sido malo, que voy a echar de menos un montón de cosas, pequeños momentos a los que normalmente en el día a día no les das importancia pero que, cuando sabes que pasará tanto tiempo antes de volver a vivirlos, te das cuanta de que son momentos únicos y que son precisamente esos momentos los que hacen feliz a una persona.

Os echaré mucho de menos gente!!! Os kiero!!